miércoles, 4 de julio de 2012

Matar a un dragón

¿Quién puede decir que hirió a un dragón? Nadie podría ni siquiera hacer alarde de haber llegado ni a mirarlo de cerca, mucho menos de rozarlo con algo filoso y generarle algún daño, sin embargo, los dragones tienen de inancalzables, lo mismo que de hermosos y vulnerables.
Para matar a un dragón solo basta con llegarle al corazón.
Los dragones tienen tres capas de piel muy fuerte que los proteje en el pecho. Para perforar la primera habrá que lograr que el dragón no se mueva, obnubilarlo con la luz de alguna estrella, encandilarlo con el sol del mediodía, para traspasar la segunda habrá que conseguir que el dragón no se defienda, convencerlo, sembrarle un campo de dudas y certezas conectadas en episodios filosóficos interminables y eternos como el alba. Para llegar a la tercer capa habrá que conseguir que el dragón cumpla una órden, colaborar para que la espada termine de perforar su pecho y llegue finalmente a su corazón. Pasados estos tres momentos el dragón en su naturaleza combativa e ingobernable, ya no es dragón, y así, desaurandolo, es que se lo podrá matar.
Algunos se preguntarán por que después de pasar por esto, después de manipular su esencia, alguien querría matar al dragón de todas maneras, los más entendidos piensan que por piedad, otros pensamos que por miedo. En esta danza de guerra, matar al dragón en realidad es enamorarlo, el mundo y nuestras pobres ficciones necesitan dragones muertos, o peleando, pero ninguno sabría que hacer con un dragón enamorado.

Para ser sinceros, en realidad, no hay manera de matar a un dragón, ellos solos deciden morir, y siempre mueren de amor, quedará la falsa gloria en las manos de cualquiera.
Yo conocí a un dragón que un día se dejó matar, sobre sus restos su verdugo exclamaba ¨matarlo me hizo grande¨, mientras se hacía aire, el dragón  susurraba ¨amarlo me hiso libre¨.

No hay comentarios:

Publicar un comentario