miércoles, 20 de junio de 2012

La caída de los (pequeños) paradigmas

Viajabamos en auto a Rosario a tocar con unas amigas, con una banda que teníamos. El trayecto en ruta se hizo de lo más entretenido al principio pero llegando las dos de la tarde la creatividad en los discursos tomaba rumbos complicados. Paula no tenía mucha experiencia manejando en ruta asi que no quería hacer cosas que el común de la gente hace, como pasar a los camiones, por ejemplo, así que el viaje se tornaba procesión de a ratos. 
Charlando de todo un poco, una de las chicas comenzó a contar que hacía poco había descubierto que las canciones pseudo populares que había cantado durante toda su vida, no decían lo que ella pensaba que decían, y todas nos quedamos pensando y asentimos en que en mayor o menor medida, a todos nos ha pasado. 

La traumada generación crecida en los 90 ha cantado temas de Natalia Oreiro, Thalía y Shakira sin saber que en realidad no estaban diciendo nada. Por momentos se me ocurrió adjudicarselo a la mala calidad de los reproductores de sonido de ese entonces, o a los rebuscados tonos a los que buscaban llegar los artistas, pero todas a fin de cuentas, habíamos develado el misterio años después.

Entonces comenzó la caída de ficha generalizada, entre todas nos fuimos avivando de lo que en realidad decían las canciones, la lista era interminable, y ni hablar de las canciones en otro idioma, cuantos subdialectos debemos crear todos los días al tararear una elaborada (o casi elaborada) canción y convertir por ejemplo, un ¨friends to be friends¨ en un ¨fren chubi frens¨.. y bien, mi corazón no daba lugar a tanta angustia de sentirse despojado de tanta canción que ahora volvía a nacer de manera correcta y que por lo tanto, ya no era divertido cantar, hasta que alguien dió el golpe de suerte:

-¨¿Y la sopa de caracol? ¿Para ustedes que dice el estribillo?¨
- ¿Cómo que qué decie? Wataneri consu, iupi patí iupi patí, obvio (dictaminé)
- No, en realidad lo que dice es: what a very good soup. 

Todas nos quedamos calladas un buen rato, yo no saqué la cara de culo hasta que vi que estabamos entrando a Sata Fe, y mi vida no volvió a ser la misma desde entonces.

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